sábado, 23 de agosto de 2014

La mayoría de los Cristianos no-Católicos especulan que la Iglesia Católica sostiene que en cada Misa Jesucristo es crucificado nuevamente.

¿EN CADA MISA JESUCRISTO ES CRUCIFICADO NUEVAMENTE?



Objeción: La mayoría de los Cristianos no-Católicos especulan que la Iglesia Católica sostiene que en cada Misa Jesucristo es crucificado nuevamente. 

Respuesta: La Iglesia habla de “re-actualización” del sacrificio de Cristo en la cruz. 

El Concilio Vaticano II habla de “perpetuación”: “Nuestro Salvador, en la Ultima Cena, la noche que le traicionaban, instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz” (SC #47).

“Re-actualización” y “perpetuación” no significan que Jesús es re-crucificado. La Iglesia Católica claramente especifica que Cristo no vuelve a morir, sino que, en su ministerio de intercesión en el Cielo y a través de la Misa, continúa ofreciéndose al Padre como un sacrificio vivo. Y esto lo hace de una manera que la Iglesia específicamente denomina “incruenta”. La enseñanza de la Iglesia y el vocabulario católico de “re-actualización”, “perpetuación”, “de manera incruenta”, dejan claramente establecido que la Iglesia no enseña que la Misa es una nueva crucifixión.



Las palabras “Hagan esto en memoria mía” (Lc. 22, 19) 
y “Cada vez que comen de este pan y beben de este cáliz están proclamando la muerte del Señor hasta que vuelva” (1 Cor. 11, 26) son claramente indicativas de re-actualización y de perpetuación. 

Objeción: Muchos sostienen que cuando Jesús dijo “Este es mi Cuerpo” estaba hablando de manera simbólica, que el verbo “ser” significa “representar”. O dicho en forma teológica: no hay “trans-substanciación” sino “tran-significación”.

Respuesta: Según el Concilio de Trento (1545-47) trans-substanciación significa una singular y maravillosa conversión de la sustancia total del pan en el Cuerpo de Cristo, y de la sustancia total del vino en la Sangre de Cristo, aunque la apariencia externa permanece igual. Es por medio de la trans-substanciación que el Cuerpo y la Sangre de Cristo están presentes en la Sagrada Eucaristía.


Si vamos al Evangelio, el Capítulo 6 de San Juan, cuando Cristo pre-anuncia la Eucaristía, es elocuente. No se trataba de una proposición simbólica. 


“Yo soy el pan vivo bajado del Cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne y la daré para vida del mundo ... Si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no viven de verdad” ( Jn. 6, 51-55).

Un dato lingüístico interesante es que la palabra aramea para “comer” se traduce como masticar, morder. Más claro no podía ser Cristo. 

Sus oyentes no entendieron que el planteamiento de comer su carne era algo simbólico. Tanto así que empezaron a protestar -“¿Cómo este hombre va a darnos a comer carne?” (Jn. 6, 52). Y Jesús no trata de suavizar su planteamiento o de corregir un supuesto malentendido. 

Muy por el contrario se repitió con mayor énfasis aún: doce veces dijo que El era el pan bajado del Cielo; cuatro veces dijo que tendríamos que comer su Cuerpo y beber su Sangre. Es decir, en esta escena del Evangelio de San Juan, Cristo promete con claridad lo que después cumplió en la Ultima Cena. 


Objeción: Algunos sostienen que Jesús estaba hablando en forma figurada, como cuando dijo, por ejemplo: 

“Yo soy la puerta” (Jn. 10. 9), o cuando dijo: “Yo soy la Vid” (Jn. 15, 1) .

Respuesta: El mismo Jesús responde esta objeción en este anuncio de la Eucaristía que nos relata San Juan. Para que no quedara esta duda, lo que antes había dicho en forma simple: “Yo soy el Pan de Vida” (Jn. 6, 35, lo ratifica claramente más adelante: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida” (Jn. 6, 55).
 
Objeción: La doctrina de la presencia real de Cristo en el pan y el vino no es bíblica. 

Respuesta: Si no basta el anuncio que Jesús hace de la Eucaristía en Jn. 6, cuando la institución del Sacramento de su Cuerpo y su Sangre (cfr. Lc. 22, 19-20), hay algunas otras menciones:

“La copa de bendición que bendecimos ¿no es una comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es una comunión con el cuerpo de Cristo? Uno es el pan y por eso formamos todos un solo cuerpo, participando todos del único pan” (1 Cor. 10, 16-17).

San Pablo también hace mención a la institución misma de la Eucaristía: 

“Yo recibí esta tradición del Señor que, a mi vez, les he transmitido: Que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan y después de dar gracias lo partió diciendo: ‘Esto es mi cuerpo que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía ...” (1 Cor. 11, 23-29).


Los Padres de lIglesia y la Eucaristía:

Los Padres de la Iglesia, al interpretar estos pasajes literalmente, definían claramente la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía:

“Deseo el Pan de Dios, el cual es la carne de Jesucristo ... y por bebida deseo su sangre, la cual es amor incorruptible” (San Ignacio de Antioquía, 110 AD).


“Observad aquéllos que sostienen doctrinas heterodoxas sobre la gracia de Jesucristo ... Se abstienen de la Eucaristía y de la oración porque no confiesan que la Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo” (San Ignacio de Antioquía, 110 AD).


“Ha declarado que el cáliz, parte de la creación, es su propia sangre ... y el pan, parte de la creación, ha establecido como su propio cuerpo” (San Ireneo, 189 AD). 

San Agustín, resume todo lo que es el Misterio Eucarístico con estas muy lógicas, pero también muy impresionantes palabras:

Requerimientos para recibir
la Sagrada Comunión:
  • Creer en la doctrina de la trans-substanciación: el pan y el vino son realmente transformados en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, sólo que se mantienen las apariencias de pan y vino. “Al no reconocer el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor. 11, 29) Y en la Ultima Cena, Jesús sostiene lo que parecía ser pan y vino, pero diciendo: “Esto es mi Cuerpo ... Esto es mi Sangre” (Mc. 14, 22, 24; Lc. 22, 14-20). Cristo no dijo: Esto representa mi cuerpo. Tampoco dijo: Esto contiene mi cuerpo. He aquí la fundamentación bíblica de la doctrina de la trans-substanciación.
  • Estar en estado de gracia. Recibir la Eucaristía sin tener la gracia santificante en el alma, profana este Sacramento de manera muy grave. “Por tanto, si alguien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, peca contra el Cuerpo y la Sangre del Señor. Por eso, que cada uno examine su conciencia antes de comer del pan y beber del cáliz” (1 Cor. 11, 27-28).
  • Haberse confesado desde el último pecado mortal. Ninguna persona que esté consciente de haber cometido un pecado grave puede recibir la Comunión sin haberse confesado.
  • Observar el ayuno eucarístico: no habercomido ni bebido nada (con excepción de agua o medicina necesaria) durante por lo menos una hora antes de recibir la Comunión.

¿Por qué los Católicos comulgan?

EUCARISTIA






Duda: ¿Por qué los Católicos comulgan?

Respuesta: Porque así lo ordenó Jesucristo.

Anuncio y promesa de Cristo sobre la Eucaristía: 

“Yo soy el pan vivo bajado del Cielo. El que coma este pan vivirá para siempre. El pan que Yo daré es mi carne , y la daré para la vida del mundo”. (Jn. 6, 51)
“El que come mi carne y bebe mi sangre, vive de vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día” . (Jn. 6, 54) 
 
“Mi carne es comida verdadera, y mi sangre es bebida verdadera. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en Mí y Yo en él. Como el Padre que vive me envió, y Yo vivo por El, así, quien me come a Mí, tendrá de Mí la vida ... El que come este pan vivirá para siempre”. (Jn. 6, 55-58).
 
Institución de la Eucaristía:

Después tomó el pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:

Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía’. Después de la Cena hizo lo mismo con la copa. Dijo: ‘Esta copa es la Alianza Nueva sellada con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes”. (Lc. 22, 19-20).





“Hagan esto en memoria mía” (Lc. 22, 19b).

Repetición:

Yo he recibido del Señor lo que a mi vez les he transmitido. El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió diciendo: 

 Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía’. De igual manera, tomando la copa, después de haber cenado, dijo: ‘Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban háganlo en memoria mía’” (1 Cor. 11, 23-25).

“Fíjense bien: cada vez que comen de este pan y beben de esta copa están proclamando la muerte del Señor hasta que venga. Por tanto, el que come el pan o bebe la copa del Señor indignamente peca contra el cuerpo y la sangre del Señor. Cada uno, pues, examine su conciencia y luego podrá comer el pan y beber de la copa” (1 Cor. 11, 26-28).

 
(Ver Catecismo de la Iglesia Católica #1337, #1341, #1342, #1413, #1415) 





¿Por qué hay que confesarse con un Sacerdote que es un hombre como los demás?


CONFESION 




Duda: 

¿Por qué hay que confesarse con un Sacerdote que es un hombre como los demás?

Respuesta:

  Los sacerdotes son hombres como los demás en cuanto a seres humanos, pero tiene un poder especial que 

Cristo confirió a los Apóstoles y a sus sucesores:

Dicho esto, sopló sobre ellos: ‘Reciban el Espíritu Santo: a quienes les perdonen los pecados les quedan perdonados y a quienes no se los perdonen les quedan sin perdonar” (Jn. 20, 19-23).
La confesión se practicaba desde el mismo comienzo de la Iglesia: “Muchos de los que habían creído venían a confesar y revelar todo lo que habían hecho” (Hech. 19, 18). 

(Ver Catecismo de la Iglesia Católica #1461, #1465, #1446, #1447, #1497)


Libros que no están en las Biblias Protestantes

BIBLIA 





Libros que no están en las Biblias Protestantes

Ataque: 

 La Iglesia Católica añadió libros a la Biblia que son apócrifos y que no son parte de la Sagrada Escritura.

Respuesta:

Durante la Reforma Protestante, debido principalmente a las doctrinas divergentes propuestas por Lutero, los Protestantes eliminaron 7 libros del Antiguo Testamento, a pesar de que estos libros formaban parte del “canon” (lista de libros inspirados) de la Biblia.

Los primeros libros que fueron incluidos en el canon, porque no causaron ningún tipo de discusión y fueron aceptados por todos, son los llamados “protocanónicos”.

Los libros que fueron incluidos en el canon después de algún período de dudas son llamados “deuterocanónicos”.

 Sin embargo, los primeros escritos de Padres de la Iglesia citaban, tanto los deuterocanónicos, como los protocanónicos.

Los deuterocanónicos son los 7 del Antiguo Testamento que los Protestantes excluyeron de sus Biblias 

Tobías, 
Judit, 
Sabiduría,
Eclesiástico,
Baruc,
1 y 2 Macabeos
y partes de Daniel 
y Ester


y, adicionalmente, los siguientes del Nuevo Testamento: 


Hebreos,
Santiago,
2a. Carta de Pedro, 
2a. y 3a. Carta de Juan,
Judas y
Apocalipsis.

Ahora bien, ¿por qué los Protestantes consideran “apócrifos” los deuterocanónicos del Antiguo Testamento y no los del Nuevo Testamento”?

La realidad es la siguiente:  No fue -como los Protestantes aducen- que el Concilio de Trento “agregó” los libros a la Biblia (los que los Protestantes llaman “apócrifos”). 

Sucedió lo contrario: los Protestantes “extrajeron” de la Biblia estos libros que habían sido parte de la misma durante siglos, pues partes de su contenido entraban en conflicto con las ideas reformistas.

El Concilio de Trento proclamó que estos libros siempre habían formado parte de la Biblia y que debían seguir formando parte de ella. Lo que hizo el Concilio de Trento fue ratificar lo que ya la Iglesia Católica había decidido sobre los libros que formarían parte de la Biblia siglos antes, en el Concilio de Roma (382 AD), en el de Hipona (393 AD) y en el de Cartago (397 AD).

Es importante notar, además, que el canon bíblico había sido reafirmado por muchos Papas y Concilios posteriores a Roma, Hipona y Cartago, incluyendo el Concilio Ecuménico de Florencia.

El Concilio de Trento simplemente reiteró de manera formal lo que había sido una enseñanza constante de la Iglesia Católica.

Para los Católicos es importante conocer cómo se formó la Biblia. (Ver Catecismo de la Iglesia Católica #120, #138)